dijous, 12 de maig del 2011

¿Dónde están los blaveros?

No, no es un espejismo. Es cierto, Unión Valenciana no se presenta a las elecciones autonómicas. Algún catalán que ha venido por Valencia en las últimas semanas había formulado la pregunta, inquieto. Pero la explicación es sencilla: la fuerza política liderada por Vicente González Lizondo que en los 80 aglutinó todo el sentimiento regionalista y anticatalanista, la misma que en 1991 condicionó el Ayuntamiento de Valencia y que en 1995 pactó el gobierno autonómico con Eduardo Zaplana, ha acabado por tirar la toalla ante su depauperado suelo electoral. En un reciente acto celebrado en El Puig (Valencia), su presidente, José Manuel Miralles, oficializó la entrega del último aliento de esta formación —atención— al PP de Francisco Camps.


Finiquitaba así un proyecto que inició su debacle tras la muerte de Lizondo y el cambio de chaqueta de sus principales líderes anticatalanistas a las filas populares. Hoy, a decir verdad, el partido de Camps aglutina a todas las familias del centroderecha valenciano, incluidos los regionalistas. ¿Significa esto que el blaverismo —movimiento político y social, anticatalanista y tildado así porque defendían la senyera con la franja azul— ha muerto? Nada de eso. Vale la pena leer el libro de Vicent Flor, Noves glòries a Espanya, anticatalanisme i identitat valenciana (Editorial Afers), para comprender que el discurso de los blaveros no sólo no ha desaparecido, sino que “ha ganado”. “Está presente en el sistema institucional valenciano... Es la ideología oficial del País Valenciano”, señala Flor. Podría decirse lo contrario, como apunta este profesor y ensayista; los postulados nacionalistas del ensayista Joan Fuster han sido los grandes derrotados en el sistema institucional y estatutario.

A principios de los 90, Unión Valenciana llegó a tener más de 200.000 votos, pero en el 2007 apenas llegó a 20.000. En las últimas generales ya no presentaron listas. En estos años, sus líderes han intentado recobrar oxígeno atacando al PP, acusándolo de traidor; para al final pasarse todos a las filas de la fuerza hegemónica. Esta fuga hacia el PP fue también resultado de la operación del partido que entonces lideraba Zaplana para absorber el electorado valencianista, regionalista, anticatalanista, secesionista; y fue Rafael Blasco, conseller popular, ex conseller socialista y el más profesional de la política valenciana, para bien y para mal, el estratega. Dice Vicent Flor que, por todas estas razones, no se puede decir que el anticatalanismo esté finiquitado. En cualquier momento, como si de un ejército en reserva se tratara, puede volver a movilizarse; la tropa sólo está descansando.
Salvador Enguix
La Vanguardia (11-V-2011), p. 19

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